martes, 7 de julio de 2015

El Pueblo de Dios, una comunidad Terapéutica

citizen of the Kingdom


EL PUEBLO DE DIOS, UNA COMUNIDAD TERAPÉUTICA


Por: Isaac Cisneros Barragán
A 7 de Julio de 2015

  

INTRODUCCIÓN

A través de este tratado pretendo ampliar en sus mentes el panorama referente a la tarea encomendada al pueblo de Dios de funcionar como una comunidad sanadora o terapéutica, veremos aspectos desde la historia que envuelve al modelo de comunidad o familia sanadora y que lo avalan como un método funcional, practico y optimo para tratar con cualquier problema relacionado con el hombre, hasta el ejemplo practico dejado por el mismo Jesucristo narrado en los evangelios y posteriormente reproducido por sus discípulos en las congregaciones del primer Siglo.
Veremos algunas de las virtudes más marcadas al afrontar los problemas de forma comunitaria, así como parte de la obra que como pueblo hemos plasmado en el mundo.






Inicio de las comunidades terapéuticas
Quienes se han dedicado seriamente al estudio de este modelo, localizan sus raíces en la era precristiana. En los pergaminos del Mar Muerto se describen las prácticas comunales de una secta religiosa, Los Esenios, basada en “La Normativa de la Comunidad” que constituía una exhortación en torno a vivir sana y honradamente, las sanciones de dicha normativa son bastante similares a las que se llevan a efecto en las actuales Comunidades Terapéuticas, entre ellas se cuentan la restricción de relaciones, de privilegios y períodos de destierro de la comunidad[1]
Otro ejemplo se encuentra en los escritos de Philo Judeaus (25 a.C. a 45 d.C.) que describe a un grupo de personas en Alejandría, Egipto; ellos habrían sido un grupo de terapeutas que trataban las “enfermedades incurables del alma”., El autor lo expresa de la siguiente manera:  
“profesan un arte de medicina más excelente que aquel de uso general en las ciudades; porque aquél sólo cura cuerpos, pero el otro cura almas que están bajo el dominio de terribles y casi incurables enfermedades, cuyos placeres y apetitos, temores y congojas, desenfrenos y locura y actos injustos y todo el resto de innumerable multitud de otras pasiones y vicios que se han infringido sobre ellos…”[2]

De estas referencias podemos concluir con la certeza de que las comunidades sanadoras o terapéuticas, han estado presentes en la cura de sociedades durante siglos, y en la actualidad estamos viviendo un redescubrimiento de las virtudes que ofrecen estas comunidades, aunque claro, el individualismo que impera hoy en día es uno de sus principales frenos en la sociedad moderna.


Comunidad terapéutica actual y sus raíces dentro del pueblo de Dios

Esto comenzó como una modalidad de tratamiento para restaurar a las personas con problemas de drogadicción por medio de la influencia entre compañeros y algunos procesos de grupo para que las personas asimilen las normas sociales y desarrollen habilidades sociales más eficaces.
El propósito es que se apoyen y se animen los unos a los otros como un cuerpo, o familia para llegar a ser la persona que Dios quiere que seamos. Y vemos también  en el Nuevo Testamento que Jesús llevaba una comunidad terapéutica con sus discípulos, ayudaba a la gente física y espiritualmente y los restauraba.[3]
Ese proceso de comunidad terapéutica lo podemos encontrar dentro de las congregaciones del primer siglo como lo menciona Hch.2:42; Rom.12:5,12:10,14:13,15:7,15:14, 16:16; 1Cor.12:25; Gal.5:13- Gal.6, Ef.4:2,4:25, 5:20; 1Tes.4:18,5:11; 1 P.4:9 etc.[4]  Llevaban una clase de sanidad muy completa, ya que era física, moral, espiritual y psicológica
Tras el auge de las técnicas de grupo y la estrategia clínica de la comunidad terapéutica en particular, se puede decir que todo esto ya se hacía en las congregaciones Cristianas desde sus orígenes, pero el problema no es que otros estén utilizando conceptos y estrategias que nos “pertenecen”, lo que verdaderamente importa es: ¿por qué no hemos hecho un aporte más claro y oportuno a nuestro entorno? pues la primera cosa que debemos decir de las congregaciones de hoy día y su labor sanadora es que: No es terapéutica meramente porque sirve y sana a sus propios miembros, sino porque también ejerce una acción terapéutica en el mundo.[5]


 Cristo Como terapeuta
En toda la vida de Jesús vemos que ayudaba a la gente sin importar su problema, ya sea de enfermedad, pecado, endemoniados, etc. Los restauraba física y espiritualmente, el siempre se interesó por esas personas como lo vemos en Marcos 2:16-17 el buscaba estar con gente pecadora para ayudarlos y restaurarlos.
Podemos ver que el pecado trae como consecuencia, precisamente, miedo y desconfianza, no sólo en la relación con Dios sino también respecto a las personas. Y en toda la Biblia vemos que Dios nos llama a la reconciliación, es necesario quitar el temor y reemplazarlo por la confianza y la fe, mediante el amor como respuesta de la Gracia. Como se menciona en I Juan 4:18-19: "En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde, el que teme no ha sido perfeccionado en el amor".
El temor divide y aísla, crea hostilidad pero por otro lado el amor integra y alimenta los vínculos comunitarios. El hecho de ser amados posibilita la disposición y la decisión de amar. Por eso Jesús hace mucho énfasis de su amor hacia el hombre y en el hecho de que el Padre le ha amado, como condición y garantía de la capacidad para amar. Para que la cura sea efectiva, es indispensable experimentar aquel amor, expresión de la gracia de Dios. Es el camino para terminar con el temor, y la desconfianza dando lugar a la confianza y a la fe. El amor de que estamos hablando incluye compromiso y responsabilidad; no se trata de una emoción o un sentimiento, sino básicamente de la voluntad y la acción de servir.
Jesús no se limitó a enseñar estas cosas, ni tampoco a realizarlas en su labor terapéutica. También comenzó la preparación de quienes continuarían con su misión sanadora y liberadora en el mundo: la comunidad de sus seguidores. De ellos se espera que constituyan una verdadera hermandad que practique un amor fraternal responsable, comprometido. Ese amor (como El ha amado; amando como a El mismo) debe terminar con el temor, posibilitando la libre expresión de fe y de confianza. Lo que es la Iglesia de Cristo, no debe limitarse a la respuesta a sus propias necesidades. Más bien debe ser como una sociedad abierta y dirigida hacia el mundo. El poder sanador y liberador de Cristo se continúa manifestando a través de ella.[6]
En el centro del ministerio de Jesús está el tema de la sanación o la cura en estrecha
Relación con la salvación. El encuentro con Jesús es una oportunidad de sanar, para todas aquellas personas portadoras de las más disímiles enfermedades o incapacidades de la época, marcadas muchas veces por un estigma religioso que las obligaba a estar excluidas de la convivencia con su familia, con la comunidad o la sociedad. Jesús vivió en un contexto social difícil de pobreza, con un sistema religioso que profundizaba esa condición social por ser opresivo. Se daba una estrecha relación entre pecado y enfermedad, con una dimensión simbólica en la comprensión judaica cristiana,  donde la enfermedad era vista como resultado de la desobediencia a la voluntad de Dios y como una expresión del pecado. En esta concepción la persona enferma es identificada como una representación del Mal.
Jesús rompe esos límites al tocar y dejarse tocar por los impuros, los endemoniados, los leprosos, ciegos, cojos y hasta los que fueron dados como muertos. Jesús despliega su amor y compasión ante esa multitud de enfermos y no hay ley de impureza que pueda detenerle o contenerle. El acto de devolver la salud contenía repercusiones éticas, al restablecer a la persona en su dignidad de ser humano. Sacarlo del aislamiento para reintegrarlo a una vida social comunitaria de donde había sido excluido.
La sanación y la salvación que Dios motiva están en íntima relación con las fuentes de
Energía curativa y la capacidad interna de regeneración del propio ser humano.
El ministerio de Jesús fue integral, porque no solamente tomaba en consideración las necesidades espirituales y psicológicas de las personas sino también las necesidades físicas y sociales.[7]

 Las congregaciones Cristianas como comunidades terapéuticas
Toda comunidad cristiana es terapéutica porque se congrega en torno a Jesucristo y por lo tanto, las personas que llegan a ella pueden recibir su influencia sanadora. Es terapéutica, además, en el sentido de que todos sus integrantes son, o deben ser, conscientes del abismo existente entre lo que son y lo que deben llegar a ser. La acción terapéutica de la Iglesia se expresa, entonces, tanto a través del crecimiento personal de cada uno de sus miembros, como en la misión redentora y terapéutica con las personas que se aproximen a ella.
La función terapéutica de las congregaciones es otra manera de expresar su misión evangelizadora. Debemos recordar que la palabra terapéutica, tiene como primer significado “cuidar”, el segundo es “curar”. Son muchos los textos bíblicos que señalan la necesidad de cuidarnos los unos a los otros, para llegar a ser esa iglesia gloriosa como lo menciona Pablo en efesios 5:27 "a fin de Presentársela a sí mismo, una Iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha".[8]
En este punto es necesario resaltar el panorama eclesial al que nos enfrentamos, y actuar de forma pertinente ante las situaciones que se nos presentan.
En primer lugar es necesario reconocer que el individualismo no es exclusivo de los no creyentes, en nuestras congregaciones hay personas que con sus actitudes declaran su total desacuerdo a la visión de comunidad enseñada por Cristo siendo su propia percepción el filtro de lo correcto e incorrecto. Aislándose de toda responsabilidad para con su prójimo, deslindándose de toda situación colectiva, manifestando con sus hechos que su “yo” es más que suficiente para salir avante ante cualquier situación lo que de forma triste se convierte en el inicio de un largo camino hacia el abandono total del compañerismo entre hermanos.
En segundo lugar es importante reconocer que el modelo de Iglesia de hoy, dista mucho al modelo del primer siglo, en el que había un sentido de pertenencia a la congregación de Dios que se podía percibir inclusive como un patriotismo, siendo obedientes a las enseñanzas de que somos una nación peregrina en este mundo, en el que el nuevo creyente entraba a un rol exigente por decirlo de una manera en el que el empuje de todo un cuerpo le ayudaba a crecer y madurar, esto en contraste con la ocasional resistencia al progreso de los nuevos creyentes en nuestras congregaciones, mismo que es propiciado por la apatía que impera en la mayoría de nuestras congregaciones hoy en día.
Sin embargo no todas son malas noticias, sería injusto comentar lo anterior sin hacer referencia a la verdad de que hoy más que nunca el pueblo de Dios a través de miles de para eclesiales alrededor del mundo han demostrado de forma silenciosa pero impresionante ser la fuerza principal de cambio en sociedades a través del trabajo de regeneración y restauración de individuos.
Algunas de estas organizaciones que en su mayoría comenzaron como ministerios en sus congregaciones locales, han alcanzado magnitudes internacionales, como es el caso de AA, Ejército de salvación y Adictos a Cristo, solo por mencionar algunas de conocimiento local.


Puntos clave en la práctica de sanar en comunidad
Cuando alguna persona comienza el proceso de restauración debemos entender que el o ella concibe una serie de valores y costumbres asociados a la manera en que estaba llevando su vida como acertados o indispensables, mismos que necesitan ser erradicados de la persona, a través de un paciente proceso de reaprendizaje de costumbres, valores y creencias de vida, diferentes a las que él estaba acostumbrado; por tanto, es necesario que su ética sea moldeada por el Espíritu Santo y los siguientes son actores determinantes en este proceso:

Amor Responsable
Antes de llegar a Comunidad, muchos expresamos un amor “incondicional” hacia el familiar o el hermano caído, que nos hacía tolerar abusos y malos tratos. El amor responsable, en cambio, se entiende como un “amor con límites”, es decir, se trata de dar al otro lo que es bueno para él y no lo que nos pida o exija, que pudiera ser perjudicial y dañino para su salud espiritual, física y mental.
Honestidad
El modelo de Comunidad Terapéutica considera que la honestidad es fundamental para la vida, se refiere tanto a la honestidad con nosotros  mismos, como con los demás. Es  oponerse al “autoengaño” y al “engaño”, respectivamente, sobre los sentimientos, pensamientos, decisiones y actos.
Responsabilidad
Este valor es muy importante en la Comunidad y se evalúa en todos los detalles: actividades y actitudes laborales, relación con los hermanos, conducta hacia la familia, etc. Implica dejar de culpar a los demás o a Dios por lo que pasa o pasó, empezando a asumir la responsabilidad de nuestros actos.
Solidaridad
En este valor se encuentra la base de la autoayuda y consiste en la entrega de apoyo, afecto, tiempo e incluso cosas materiales para responder a la necesidad de los compañeros, necesitados, hermanos en Cristo etc… En la etapa de reinserción, la solidaridad nos puede constituir un riesgo de recaída al intentar ayudar a personas con nuestro mismo pecado, por tanto, será fundamental poner límites a la solidaridad en esta fase.
Oración
Es indiscutible la necesidad en todo momento de mantenerse en contacto con Dios, pues es Él quien al final de cuentas nos restaurará y nos colocara de nuevo en la comunidad de Iglesia, por lo que debemos permanecer en constante ruego y esperar en Él.
Conclusión
El modelo de comunidad terapéutica, ha demostrado ser útil tanto dentro de los círculos Cristianos como fuera de ellos. Sabemos que desde tiempos ancestrales comunidades enteras se sumergieron en las bondades que ofrece este modelo de terapia y que lejos de ser algo novedoso es un modelo bastante familiar para el estudiante de la Palabra de Dios, pues este modelo es referenciado en muchas ocasiones por la experiencia narrada en las diferentes cartas a las congregaciones del primer siglo.
Hoy en día nos encontramos ante una disyuntiva: retomar el modelo Bíblico de comunidad restauradora, legado de nuestro señor Jesucristo, ayudando a la restauración integral de las personas en cuerpo, alma, mente y espíritu o apostar al pensamiento de que la restauración de daños, físicos, morales y mentales no son parte de nuestro llamado y luchar solo por el área espiritual de la gente.
El tiempo de decidir que camino llevaremos se agotó hace décadas, seamos entendidos y esforcémonos por ser un pueblo que vive para restaurar al pecador, que vive para ayudar al necesitado, que vive para sanar al herido, que vive para orientar al perdido, que vive para adorar a Dios.
Preguntas de reflexión
¿Es correcta dentro de la visión Bíblica la institución de organismos como las para eclesiales para cumplir con la encomienda de ayudar al mundo y al cuerpo de Cristo a restaurarse de sus dolencias?
¿Qué cambios se necesitan en las congregaciones para avanzar a una comunidad sanadora real?
¿Estamos preparados como pueblo para apreciar la obra del Espíritu Santo en otras congregaciones que han comenzado a establecerse como verdaderas comunidades terapéuticas en el mundo?



Bibliografía
De León, G. (2000) La Comunidad Terapéutica y las adicciones. Teoría, Modelo y Método (1º Ed.) Bilbao: Editorial Desclée de Brouwer, S.A.
Muñoz, R. (1996) Comunidades Terapéuticas (C.T.) Vol. XXXVII,  p. 24-36. Colegio Médico de Chile (A.G.)
Daniel Shipani (2002) www.cristianet.com/psicopastoral;
Henry Jaramillo Orozco (2007) Aspectos espirituales, manual terapéutico el shaddai, p.
Marianela De La Paz Cot (2009) La Iglesia como comunidad sanadora: desafíos para la Iglesia Episcopal de Cuba, p. 38 y 39
Jorge León (2007) www.psicologia-pastoral.com.ar
RV60 Reina Valera revision 1960 BroadMan y Holman Publishers.




[1] De León (2000)
[2] Muñoz R. (1996, p.26)
[3] Daniel Shipani  (2002)
[4] RV60
[5] Daniel Shipani  (2002)
[6] Daniel Shipani (2002)
[7] De La Paz Cot (2009, p.38 y 39)
[8] Jorge León (2007)

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