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Kingdom
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EL
PUEBLO DE DIOS, UNA COMUNIDAD TERAPÉUTICA
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Por: Isaac
Cisneros Barragán
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A 7 de Julio de 2015
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INTRODUCCIÓN
A través de este
tratado pretendo ampliar en sus mentes el panorama referente a la tarea encomendada
al pueblo de Dios de funcionar como una comunidad sanadora o terapéutica,
veremos aspectos desde la historia que envuelve al modelo de comunidad o
familia sanadora y que lo avalan como un método funcional, practico y optimo
para tratar con cualquier problema relacionado con el hombre, hasta el ejemplo
practico dejado por el mismo Jesucristo narrado en los evangelios y
posteriormente reproducido por sus discípulos en las congregaciones del primer
Siglo.
Veremos algunas de las
virtudes más marcadas al afrontar los problemas de forma comunitaria, así como
parte de la obra que como pueblo hemos plasmado en el mundo.
Inicio de las
comunidades terapéuticas
Quienes se han
dedicado seriamente al estudio de este modelo, localizan sus raíces en la era
precristiana. En los pergaminos del Mar Muerto se describen las prácticas
comunales de una secta religiosa, Los Esenios, basada en “La Normativa de la
Comunidad” que constituía una exhortación en torno a vivir sana y honradamente,
las sanciones de dicha normativa son bastante similares a las que se llevan a
efecto en las actuales Comunidades Terapéuticas, entre ellas se cuentan la
restricción de relaciones, de privilegios y períodos de destierro de la
comunidad[1]
Otro ejemplo se encuentra en los
escritos de Philo Judeaus (25 a.C. a 45 d.C.) que describe a un grupo de
personas en Alejandría, Egipto; ellos habrían sido un grupo de terapeutas que
trataban las “enfermedades incurables del alma”., El autor lo expresa de la
siguiente manera:
“profesan un arte de medicina más excelente que aquel de uso general en las ciudades; porque aquél sólo cura cuerpos, pero el otro cura almas que están bajo el dominio de terribles y casi incurables enfermedades, cuyos placeres y apetitos, temores y congojas, desenfrenos y locura y actos injustos y todo el resto de innumerable multitud de otras pasiones y vicios que se han infringido sobre ellos…”[2]
De estas
referencias podemos concluir con la certeza de que las comunidades sanadoras o
terapéuticas, han estado presentes en la cura de sociedades durante siglos, y en
la actualidad estamos viviendo un redescubrimiento de las virtudes que ofrecen
estas comunidades, aunque claro, el individualismo que impera hoy en día es uno
de sus principales frenos en la sociedad moderna.
Comunidad terapéutica actual
y sus raíces dentro del pueblo de Dios
Esto comenzó como
una modalidad de tratamiento para restaurar a las personas con problemas de
drogadicción por medio de la influencia entre compañeros y algunos procesos de
grupo para que las personas asimilen las normas sociales y desarrollen
habilidades sociales más eficaces.
El propósito es
que se apoyen y se animen los unos a los otros como un cuerpo, o familia para
llegar a ser la persona que Dios quiere que seamos. Y vemos también en el Nuevo Testamento que Jesús llevaba una
comunidad terapéutica con sus discípulos, ayudaba a la gente física y
espiritualmente y los restauraba.[3]
Ese proceso de
comunidad terapéutica lo podemos encontrar dentro de las congregaciones del
primer siglo como lo menciona Hch.2:42; Rom.12:5,12:10,14:13,15:7,15:14, 16:16;
1Cor.12:25; Gal.5:13- Gal.6, Ef.4:2,4:25, 5:20; 1Tes.4:18,5:11; 1 P.4:9 etc.[4] Llevaban una clase de sanidad muy completa,
ya que era física, moral, espiritual y psicológica
Tras
el auge de las técnicas de grupo y la estrategia clínica de la comunidad terapéutica
en particular, se puede decir que todo esto ya se hacía en las congregaciones
Cristianas desde sus orígenes, pero el problema no es que otros estén utilizando
conceptos y estrategias que nos “pertenecen”, lo que verdaderamente importa es:
¿por qué no hemos hecho un aporte más claro y oportuno a nuestro entorno? pues
la primera cosa que debemos decir de las congregaciones de hoy día y su labor
sanadora es que: No es terapéutica meramente porque sirve y sana a sus propios
miembros, sino porque también ejerce una acción terapéutica en el mundo.[5]
Cristo Como terapeuta
En toda la vida
de Jesús vemos que ayudaba a la gente sin importar su problema, ya sea de
enfermedad, pecado, endemoniados, etc. Los restauraba física y espiritualmente,
el siempre se interesó por esas personas como lo vemos en Marcos 2:16-17 el
buscaba estar con gente pecadora para ayudarlos y restaurarlos.
Podemos ver que el pecado trae
como consecuencia, precisamente, miedo y desconfianza, no sólo en la relación
con Dios sino también respecto a las personas. Y en toda la Biblia vemos que
Dios nos llama a la reconciliación, es necesario quitar el temor y reemplazarlo
por la confianza y la fe, mediante el amor como respuesta de la Gracia. Como se
menciona en I Juan 4:18-19: "En el amor no hay temor, sino que el perfecto
amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde, el que
teme no ha sido perfeccionado en el amor".
El temor divide y aísla, crea
hostilidad pero por otro lado el amor integra y alimenta los vínculos
comunitarios. El hecho de ser amados posibilita la disposición y la decisión de
amar. Por eso Jesús hace mucho énfasis de su amor hacia el hombre y en el hecho
de que el Padre le ha amado, como condición y garantía de la capacidad para
amar. Para que la cura sea efectiva, es indispensable experimentar aquel amor,
expresión de la gracia de Dios. Es el camino para terminar con el temor, y la
desconfianza dando lugar a la confianza y a la fe. El amor de que estamos
hablando incluye compromiso y responsabilidad; no se trata de una emoción o un
sentimiento, sino básicamente de la voluntad y la acción de servir.
Jesús no se limitó a enseñar estas
cosas, ni tampoco a realizarlas en su labor terapéutica. También comenzó la
preparación de quienes continuarían con su misión sanadora y liberadora en el
mundo: la comunidad de sus seguidores. De ellos se espera que constituyan una
verdadera hermandad que practique un amor fraternal responsable, comprometido.
Ese amor (como El ha amado; amando como a El mismo) debe terminar con el temor,
posibilitando la libre expresión de fe y de confianza. Lo que es la Iglesia de
Cristo, no debe limitarse a la respuesta a sus propias necesidades. Más bien
debe ser como una sociedad abierta y dirigida hacia el mundo. El poder sanador
y liberador de Cristo se continúa manifestando a través de ella.[6]
En el
centro del ministerio de Jesús está el tema de la sanación o la cura en
estrecha
Relación
con la salvación. El encuentro con Jesús es una oportunidad de sanar, para
todas aquellas personas portadoras de las más disímiles enfermedades o
incapacidades de la época, marcadas muchas veces por un estigma religioso que
las obligaba a estar excluidas de la convivencia con su familia, con la
comunidad o la sociedad. Jesús vivió en un contexto social difícil de pobreza,
con un sistema religioso que profundizaba esa condición social por ser opresivo.
Se daba una estrecha relación entre pecado y enfermedad, con una dimensión simbólica
en la comprensión judaica cristiana, donde
la enfermedad era vista como resultado de la desobediencia a la voluntad de
Dios y como una expresión del pecado. En esta concepción la persona enferma es
identificada como una representación del Mal.
Jesús
rompe esos límites al tocar y dejarse tocar por los impuros, los endemoniados,
los leprosos, ciegos, cojos y hasta los que fueron dados como muertos. Jesús
despliega su amor y compasión ante esa multitud de enfermos y no hay ley de
impureza que pueda detenerle o contenerle. El acto de devolver la salud
contenía repercusiones éticas, al restablecer a la persona en su dignidad de
ser humano. Sacarlo del aislamiento para reintegrarlo a una vida social
comunitaria de donde había sido excluido.
La
sanación y la salvación que Dios motiva están en íntima relación con las
fuentes de
Energía
curativa y la capacidad interna de regeneración del propio ser humano.
El
ministerio de Jesús fue integral, porque no solamente tomaba en consideración
las necesidades espirituales y psicológicas de las personas sino también las
necesidades físicas y sociales.[7]
Las congregaciones
Cristianas como comunidades terapéuticas
Toda comunidad cristiana es terapéutica porque se
congrega en torno a Jesucristo y por lo tanto, las personas que llegan a ella
pueden recibir su influencia sanadora. Es terapéutica, además, en el sentido de
que todos sus integrantes son, o deben ser, conscientes del abismo existente
entre lo que son y lo que deben llegar a ser. La acción terapéutica de la
Iglesia se expresa, entonces, tanto a través del crecimiento personal de
cada uno de sus miembros, como en la misión redentora y terapéutica con las
personas que se aproximen a ella.
La función terapéutica de las congregaciones es
otra manera de expresar su misión evangelizadora. Debemos recordar que la
palabra terapéutica, tiene como primer significado “cuidar”, el segundo es
“curar”. Son muchos los textos bíblicos que señalan la necesidad de cuidarnos
los unos a los otros, para llegar a ser esa iglesia gloriosa como lo menciona
Pablo en efesios 5:27 "a fin de Presentársela a sí mismo, una Iglesia gloriosa, que no
tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin
mancha".[8]
En este punto es necesario resaltar el panorama eclesial
al que nos enfrentamos, y actuar de forma pertinente ante las situaciones que
se nos presentan.
En primer lugar es necesario reconocer que el
individualismo no es exclusivo de los no creyentes, en nuestras congregaciones
hay personas que con sus actitudes declaran su total desacuerdo a la visión de
comunidad enseñada por Cristo siendo su propia percepción el filtro de lo
correcto e incorrecto. Aislándose de toda responsabilidad para con su prójimo,
deslindándose de toda situación colectiva, manifestando con sus hechos que su “yo”
es más que suficiente para salir avante ante cualquier situación lo que de
forma triste se convierte en el inicio de un largo camino hacia el abandono
total del compañerismo entre hermanos.
En segundo lugar es importante reconocer que el
modelo de Iglesia de hoy, dista mucho al modelo del primer siglo, en el que
había un sentido de pertenencia a la congregación de Dios que se podía percibir
inclusive como un patriotismo, siendo obedientes a las enseñanzas de que somos
una nación peregrina en este mundo, en el que el nuevo creyente entraba a un
rol exigente por decirlo de una manera en el que el empuje de todo un cuerpo le
ayudaba a crecer y madurar, esto en contraste con la ocasional resistencia al
progreso de los nuevos creyentes en nuestras congregaciones, mismo que es
propiciado por la apatía que impera en la mayoría de nuestras congregaciones
hoy en día.
Sin embargo no todas son malas noticias, sería
injusto comentar lo anterior sin hacer referencia a la verdad de que hoy más
que nunca el pueblo de Dios a través de miles de para eclesiales alrededor del
mundo han demostrado de forma silenciosa pero impresionante ser la fuerza
principal de cambio en sociedades a través del trabajo de regeneración y
restauración de individuos.
Algunas de estas organizaciones que en su mayoría
comenzaron como ministerios en sus congregaciones locales, han alcanzado
magnitudes internacionales, como es el caso de AA, Ejército de salvación y
Adictos a Cristo, solo por mencionar algunas de conocimiento local.
Puntos clave en la práctica de sanar en comunidad
Cuando alguna
persona comienza el proceso de restauración debemos entender que el o ella
concibe una serie de valores y costumbres asociados a la manera en que estaba
llevando su vida como acertados o indispensables, mismos que necesitan ser erradicados
de la persona, a través de un paciente proceso de reaprendizaje de costumbres,
valores y creencias de vida, diferentes a las que él estaba acostumbrado; por
tanto, es necesario que su ética sea moldeada por el Espíritu Santo y los
siguientes son actores determinantes en este proceso:
Amor
Responsable
Antes de
llegar a Comunidad, muchos expresamos un amor “incondicional” hacia el familiar
o el hermano caído, que nos hacía tolerar abusos y malos tratos. El amor
responsable, en cambio, se entiende como un “amor con límites”, es decir, se
trata de dar al otro lo que es bueno para él y no lo que nos pida o exija, que
pudiera ser perjudicial y dañino para su salud espiritual, física y mental.
Honestidad
El modelo
de Comunidad Terapéutica considera que la honestidad es fundamental para la
vida, se refiere tanto a la honestidad con nosotros mismos, como con los demás. Es oponerse al “autoengaño” y al “engaño”,
respectivamente, sobre los sentimientos, pensamientos, decisiones y actos.
Responsabilidad
Este valor
es muy importante en la Comunidad y se evalúa en todos los detalles:
actividades y actitudes laborales, relación con los hermanos, conducta hacia la
familia, etc. Implica dejar de culpar a los demás o a Dios por lo que pasa o
pasó, empezando a asumir la responsabilidad de nuestros actos.
Solidaridad
En este
valor se encuentra la base de la autoayuda y consiste en la entrega de apoyo,
afecto, tiempo e incluso cosas materiales para responder a la necesidad de los
compañeros, necesitados, hermanos en Cristo etc… En la etapa de reinserción, la
solidaridad nos puede constituir un riesgo de recaída al intentar ayudar a
personas con nuestro mismo pecado, por tanto, será fundamental poner límites a
la solidaridad en esta fase.
Oración
Es indiscutible la necesidad en todo momento de mantenerse en contacto con Dios, pues es Él quien al final de cuentas nos restaurará y nos colocara de nuevo en la comunidad de Iglesia, por lo que debemos permanecer en constante ruego y esperar en Él.
Es indiscutible la necesidad en todo momento de mantenerse en contacto con Dios, pues es Él quien al final de cuentas nos restaurará y nos colocara de nuevo en la comunidad de Iglesia, por lo que debemos permanecer en constante ruego y esperar en Él.
Conclusión
El modelo de comunidad terapéutica, ha demostrado
ser útil tanto dentro de los círculos Cristianos como fuera de ellos. Sabemos
que desde tiempos ancestrales comunidades enteras se sumergieron en las
bondades que ofrece este modelo de terapia y que lejos de ser algo novedoso es
un modelo bastante familiar para el estudiante de la Palabra de Dios, pues este
modelo es referenciado en muchas ocasiones por la experiencia narrada en las diferentes
cartas a las congregaciones del primer siglo.
Hoy en día nos encontramos ante una disyuntiva:
retomar el modelo Bíblico de comunidad restauradora, legado de nuestro señor
Jesucristo, ayudando a la restauración integral de las personas en cuerpo,
alma, mente y espíritu o apostar al pensamiento de que la restauración de daños,
físicos, morales y mentales no son parte de nuestro llamado y luchar solo por
el área espiritual de la gente.
El tiempo de decidir que camino llevaremos se
agotó hace décadas, seamos entendidos y esforcémonos por ser un pueblo que vive
para restaurar al pecador, que vive para ayudar al necesitado, que vive para
sanar al herido, que vive para orientar al perdido, que vive para adorar a
Dios.
Preguntas de reflexión
¿Es correcta dentro de la visión Bíblica la institución de
organismos como las para eclesiales para cumplir con la encomienda de ayudar al
mundo y al cuerpo de Cristo a restaurarse de sus dolencias?
¿Qué cambios se necesitan en las congregaciones para avanzar a
una comunidad sanadora real?
¿Estamos preparados como pueblo para apreciar la obra del
Espíritu Santo en otras congregaciones que han comenzado a establecerse como
verdaderas comunidades terapéuticas en el mundo?
Bibliografía
De
León, G. (2000) La Comunidad Terapéutica y las
adicciones. Teoría, Modelo y Método (1º Ed.) Bilbao: Editorial Desclée de
Brouwer, S.A.
Muñoz,
R. (1996) Comunidades Terapéuticas (C.T.) Vol.
XXXVII, p. 24-36. Colegio Médico de
Chile (A.G.)
Henry Jaramillo Orozco (2007)
Aspectos espirituales, manual
terapéutico el shaddai, p.
Marianela De La Paz Cot
(2009) La Iglesia como
comunidad sanadora: desafíos para la Iglesia Episcopal de Cuba, p. 38 y 39
RV60 Reina Valera revision 1960 BroadMan y Holman Publishers.
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